Comentario
El comienzo, físicamente situado en la enjuta nordeste del primer arco apuntado, se encuentra en la Creación de Adán. Las fórmulas utilizadas por el pintor, se someten a las normas más habituales dentro de la tradición, si bien adoptando para este caso singularidades que le son propias. En este sentido, articula un registro como fondo que le sirve para crear su propio espacio, al margen del incómodo que le proporciona la enjuta, lo que hace que resalte un marco pictórico netamente diferenciado por una línea blanca que sirve para separar dos colores con funciones distintas.
Este esquema, que aparentemente refuerza el sentido triangular de la enjuta, se repetirá a lo largo de todas las representaciones, pero no va a actuar como un corsé rígido en el que introducir las escenas, sino como fondo permanente y tramoya generadora de profundidad sobre la que destacan las figuras. Estas romperán el marco de forma sistemática, superponiéndose a él, en una solución que con frecuencia se repite en la pintura mural de la Edad Media y, con mayor insistencia, en la miniatura, procediendo todo ello de una tradición que alcanza los primeros siglos medievales.
Con estos sencillos recursos, las figuras del Creador y de Adán destacan notablemente como únicos protagonistas de una escena tan importante como simple. En torno a ellas se desarrolla una discreta vegetación de carácter marginal que se convertirá en una constante a lo largo de todas las pinturas relativas al Antiguo Testamento. Lo cierto es que posee un carácter alusivo que, de acuerdo con la incidencia de la escena, así será de intenso. En esta ocasión, árboles y plantas ya creados cuando aparece el hombre, vienen a sugerir un espacio temporal en el proceso divino, lo que no impide, a pesar de todo, su sentido más ornamental que simbólico.
El paso de una a otra enjuta del mismo lado del arco o, lo que es lo mismo, de una escena a otra, se efectúa a través de motivos generalmente vegetales mezclados con elementos procedentes de los bestiarios medievales; de acuerdo, en la proximidad o lejanía, con el tema o temas desarrollados a un lado u otro. Lo cierto es que en cualquiera de los casos no logran romper el carácter de marginalidad que tienen atribuido, con una contaminación propia de la miniatura y que viene a resolver un problema derivado de la angostura originada por la propia arquitectura, a medida que de un lado a otro se avanza hacia la clave del arco desde las enjutas. Del mismo modo, el perfil de todos los arcos se subraya por una fina banda de carácter vegetal y distinto dibujo que realza el verdadero marco de las escenas.
Con ese sentido secundario, se pasa a través de una abundante flora a La creación de Eva y, al otro lado de este primer arco norte, a La Admonición. A través de la densa vegetación se alcanza la siguiente escena dentro del ciclo de la creación: La tentación de Eva, a la que sigue, enfrente, La expulsión del Paraíso.
El asentamiento de los primeros hombres en un mundo distinto y que será el suyo desde ahora, comienza por una escena en la que El Ángel enseña a trabajar a Adán y que específicamente no está recogida en el Génesis.
Insistiendo en el mismo argumento, la siguiente representación se basa en El trabajo de Adán y Eva y luego, a través de una distinta flora conformada a base de espirales que mueren en el centro en carnosas hojas y entre las que viven diversos dragones, se llega a Las ofrendas de Caín y Abel. El respeto por la liturgia se refleja en las manos veladas de los hermanos y la aceptación divina que surge de la nube hacia el elegido. Nada más queda reflejado, como pudiera ser el ángel, el demonio o el humo del sacrificio.
La respuesta a la anterior escena está en La muerte de Abel, que continúa con La construcción del arca por Noé en la enjuta vecina, La entrada de los animales en el arca y El fin del diluvio. En el arco opuesto, La embriaguez de Noé y en la siguiente enjuta El sacrificio de Isaac.
En el cuarto arco, y de forma contigua, se encuentran dos escenas relativas al Éxodo de Egipto: La destrucción del ejército del faraón y Los israelitas camino de la tierra prometida, identificada también esta última como El pueblo de Israel ante la columna de fuego, si bien podría ser más correcto entenderla como la columna de nube, aquella que les guiaba durante el día, frente a la de fuego en la noche y que tuvo un importante papel para confundir a los egipcios y llevarlos al desastre del mar Rojo.
Continúa en las enjutas siguientes el ciclo de Moisés con un tema dedicado a La entrega de las Tablas de la Ley y La adoración del becerro de oro al que sigue un acontecimiento con él vinculado y anterior cronológicamente a lo hasta ahora visto en el texto bíblico: El agua que brota de la roca. Finaliza este primer gran ciclo representando La unción de David.